—Papi, ¿por qué la vida es tan mala? —le preguntó Juanita mientras jugaban.
—La vida no es mala, juanita.
—¿No?
—La vida es maravillosa, porque de ella viniste tú —agregó su madre, quien les observaba emocionada.
—Pero...
—Y de ti dependerá mejorar la tuya y la de los demás —continuó su padre.
—Creo que ahora lo entiendo mejor. Gracias, papis.
El padre respiró hondo, se despidió de ella con un beso en la frente y salió de su casa con un arma de fuego —oculta en el pantalón— para ir a cobrar una deuda.
«Y ojalá nunca tengas que solucionar las cosas como yo».
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