Desde muy temprana edad se despertó en mí un sentimiento que pronto descubriría que lo llevo en los genes, mi madre es una mujer apasionada y romántica.
En la adolescencia, en el instituto veía a los niños y niñas de mi clase tontear, incluso se formaba alguna pareja que otra entre ellos, y yo, no comprendía el porqué no podía ser uno de ellos.
Suerte que tengo un don, y descubrí que para cubrir mis carencias afectivas, tenía que explotarlo.
Así que empecé a escribir relatos sobre el amor, sobre dos seres que se aman. El centro de mi historia era siempre una mujer y yo, por supuesto.
Más adelante, con los años y madurez, aquellos relatos inocentes, iban cambiando, como yo también lo hacía.
En ellos estaba presente el sexo y cómo hacía mía a la mujer que hacía que mi cuerpo y el de ella se estremeciera.
Cuando llegó la mayoría de edad, por fin experimenté en primera persona lo que es el amor, estar enamorado, o por lo menos creer estarlo.
Hasta que un buen día, por fin llega de la nada una mujer que me rompe todos los esquemas y que me acepta tal y como soy. Así es como até cabos y descubrí el motivo por el cual las niñas en la niñez no me miraban.
Ella, aceptó mi condición, mi discapacidad física, no le daba miedo afrontar todo lo que pudiera venir.
También descubro en mí, que más allá del sexo, predominan en mí ciertos gustos o particularidades. Soy una persona apasionada, autoritaria, sexual y dominante, pero a su vez muy tímida y lo que en estos momentos está pasando por mi imaginación, no sé como se lo va a tomar ella así que de momento, no le diré nada, quizás cuando pase el tiempo llegue a planteárselo.
Llega la hora de dormir y antes de meterme en la cama me daré una ducha y llamaré a Cristal.
-Hola, pequeña, solo quería escuchar tu voz antes de encontrarme contigo en los sueños.
-Estaba esperando tu llamada- me contestó - hoy ha sido un día duro de trabajo, pero eso no es lo que me preocupa. No esperaba que te derrumbaras de esa manera, lo que te imagines que piensan los demás de ti, no tienes que darle la más mínima importancia. Piensa que yo te quiero, y estaré contigo pase lo que pase- continuó.
-Te quiero pequeña, buenas noches.
Solo estuvimos diez minutos al teléfono, ya que Cristal al día siguiente tenía turno de noche en el hospital. Apagué la luz, cerré los ojos y me relajé.
Qué frío siento de golpe, estoy tumbado en mi cama. Si, si, no tengo ninguna duda de que es mi habitación. Hace corriente de aire, pero las ventanas están cerradas.
De repente, oigo como la puerta de mi habitación chirría mientras se va abriendo poco a poco hasta quedar totalmente de par en par.
-pequeña, ¿qué haces aquí? Deberías estar durmiendo.
-Shhh..., calla- contestó- Eres tú quien me ha traído aquí.
-Ven, desnúdate y túmbate a mi lado- le dije, y así lo hizo.
Empezó a besarme, acariciándome las mejillas contorneándolas con sus manos. Poco a poco sus labios iban recorriendo mi cuerpo hacia abajo.
De repente se reincorpora y se dirige hasta el sillón que hay en la esquina.
-Como este es tu sueño, tú has decidido que complazca todos tus deseos.
-Quiero que te toques para mí, quiero escuchar como gimes, oír como de tus adentros salen gemidos- Le ordené- a través de ti, me harás gozar a mí.
Comenzó acariciando sus pechos pequeños pero firmes. Estimulando con la yema de los dedos los pezones hasta ponerlos duros. Bajó lentamente su mano izquierda hasta llegar a su sexo. Con dos dedos de la mano, empezó a estimular el clítoris lentamente hasta quedar totalmente mojada. Ella quería más, me quería a mí, me negué. Esta vez, la voy a disfrutar de una manera especial.
-No te muevas, espérame, ahora vengo- le dije.
Tengo una sorpresa para Cristal, no se lo espera, será la primera vez que lo experimente, no sé cómo reaccionará. Volví a la habitación y me senté de nuevo en el sillón.
-Bien, ahora quiero que a cuatro patas, vengas hacia mí lentamente -Le sugerí. No dudó en complacerme, pero lo hizo extrañada frunciendo el ceño. -No tengas miedo, no dejaré que nada te pase, confía en mí.
-ponte de rodillas frente a mí, con tus manos en los muslos y las palmas mirando hacia arriba. No me mires, solo cuando yo te lo ordene.
-Te voy a tapar los ojos, quiero que tus otros sentidos despierten y experimentes qué soy capaz de hacer sin que me veas.
Automáticamente su respiración cambió y cada vez es más profunda, moviendo la cabeza de lado a lado escasos milímetros.
La tomo de las manos, ayudándola a levantarse y la siento en mi falda.
La inclino un poco hacia atrás y con mis manos en sus muslos, los aparto con suavidad para poder acariciar su sexo.
Cristal vuelve a reactivarse, esta vez llegando al éxtasis incontrolado. Sus caderas moviéndose en círculos a la vez que iba masajeando suavemente en círculos su sexo.
Un gemido descontrolado sale de su alma culminando y dejando todos sus jugos en el suelo. En su último aliento, quedó dormida encima de mí.
El sonido de lo que parecía ser la cadena del inodoro me despierta, empiezo a llorar porque todo había sido un sueño, pero era tan real...
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