Naiara y su Amo llevan algún tiempo de relación clandestina por así decirlo. Tras tiempo de conocerse ya llegaba el día en que debían formalizar su vínculo. Necesitan unir cuerpo, mente y espíritu. Él lleva tiempo enseñando a su sumisa y toma la decisión de que ella forme parte de él.
Por otro lado, ella no lo tiene fácil porque lleva una doble vida. Está casada, tiene su hogar, pero no es feliz.
Un día se da cuenta de que aún siendo una mujer fuerte, con carácter, luchadora y madre, necesita, anhela ser sumisa, pertenecer a alguien de verdad. Debe ser cautelosa, no puede permitirse perder ninguna de sus vidas, una por obligación y otra por placer y devoción por su amo.
En uno de tantos viajes que tiene su marido, al fin tienen vía libre para volver a verse.
A mediodía cuando ella está sola en casa, suena el teléfono y corre a contestar
—¿Dígame? —Respondió.
—Buenos días —Contestó él.
Ella al escuchar su voz se empieza a poner nerviosa y su pulso empieza a acelerarse.
—¿Cómo estás? Preguntó —Quiero que nos veamos —Continuó con voz firme.
—Hola, Amo, con deseos de volver a sentir sus manos sobre mí.
—Bien, esta noche te recojo, arréglate para la ocasión.
Naiara se empieza a arreglar, no quiere perder el más mínimo tiempo, solo quiere complacer a su Amo.
Llena la bañera, pone sales de baño y se relaja antes del encuentro. Pasada media hora sale de la bañera y se dirige a su habitación; abre el armario, y elige su mejor ropa interior; conjuntada con unas medias negras un poco trasparentes, un corsé negro con rosas de ropa cosidas por encima de color blanco y una falda sencilla de color negro que no le sube mucho más de las rodillas. Unos tacones de aguja que parecen no tener fin, y para el pelo, elige un recogido sujetado por una horquilla dorada y el collar que nunca se lo quita.
Al cabo de unas horas suena el timbre, Naiara corre hacia la puerta y la abre cabizbaja
—Bienvenido Amo —Dijo Naiara.
— Vamos, sube al coche
Se dirigen al lugar donde él había reservado cita, un castillo del siglo XIII que antiguamente ya era un sitio especial para reuniones y ceremonias Bondage. Hoy día solo está abierto al público para fiestas y rituales.
—Ya hemos llegado —Dijo él —Hoy va a ser un día especial, por fin nuestras almas permanecerán unidas por la eternidad.
Entraron en el inmenso castillo de paredes altas terminando en cúpulas de estilo gótico, solo alumbrado por velas rojas; mesas de piedra con manteles de terciopelo y sillas majestuosas y empezaron a disfrutar la velada que durará hasta media noche.
Una vez llegado al fin de la íntima cena acceden a un gran salón donde comenzará la Ceremonia de las rosas.
En el inmenso salón está la Dama de llaves que presenciará el ritual de Naiara y su Amo,
Ella en sus manos sostiene un capullo de rosa blanca, su Amo sostiene en las suyas una rosa roja completamente abierta y en un baúl está la cadena que más tarde utilizarán.
Ella permanece de pie junto a su Amo mirándose a los ojos fijamente, sin perder ni un segundo mientras que la Dama de llaves está al otro lado del salón
Él, quita el collar de Naiara y lo pasa rápidamente por las llamas de la chimenea y se lo vuelve a colocar rápidamente mientras él le declara que la protegerá y guiará eternamente.
Él con una espina de su rosa pincha el dedo corazón de ella y deja caer dos gotas de sangre en su propia rosa, Naiara, dichosa, ofrece las espinas de su rosa de color blanco a su señor y él se pincha su propio dedo corazón dejando que brote también su sangre y caigan suavemente sobre la rosa de ella, una suelta, y la otra junto a la sangre de ella.
Una vez dejada caer la sangre de ambos, juntan sus dedos y se dicen sus votos nuevamente.
—Prometo cuidarte y guiarte hasta la eternidad —Dijo él
—Prometo respetarte, complacerte toda la eternidad —Responde ella.
La dama de llaves se dirige al baúl donde está la cadena y la toma en sus manos, la pasa rápidamente por el fuego y envuelve a la pareja.
Nuestras almas permanecerán unidas —Dicen los dos a la vez uniendo las dos rosas dejando así que la rosa de ella bese la sangre de la rosa roja de su amo y las intercambian.
La Dama de llaves quita la cadena que envuelve a la pareja y se la guarda para entregársela más adelante cuando termine la ceremonia y es envuelta en una tela de seda.
Él toma la rosa de Naiara y deposita ambas rosas en un jarrón con agua para que no se sequen.
Al terminar la ceremonia Naiara y su Amo se marchan a la habitación, depositan los jarrones en una ventana donde daba la luz de la luna permaneciendo así testigo de su compromiso y vele la noche cuando Naiara y su amo unan sus cuerpos en un solo ser.
A la mañana siguiente despiertan, toman sus rosas y las deshojan depositandolas en un baúl de madera con hierro forjado en su exterior
Y así, Amo y Sumisa después de tanto esperar, por fin son un solo ser.
Comments