Heldo, un intrépido explorador de las más recónditas regiones, llegó al bosque encantado al atardecer del quinto día de su partida y quedó anonadado al ver árboles en forma de mujeres y hombres, en parejas de dos, como si hubieran sido tallados y puestos allí por los Dioses. La leyenda era cierta y estaba contemplando algo tan maravilloso que, por momentos, una quimera le parecía. Anduvo entre cientos de árboles hasta que descubrió el corazón del bosque: una explanada redonda donde había un solitario Cercis siliquastrum (comúnmente conocido como el árbol del amor). Se acercó seducido por aquella hermosura, cerró los ojos y respiró hondo para disfrutar de la calidez de la naturaleza. Cuando los abrió segundos después, se encontró con una ninfa de cabellos purpúreos, ojos avellanados y piel inmaculada que refulgía cual lucero y antes debía ser el árbol. Estaba cubierta por un manto de pétalos morados y desprendía una fragancia que hacia extasiar los sentidos de Heldo. La mujer comenzó a despojarse de sus pétalos y él, cautivado por sus encantos, la siguió. Ambos se encontraban desnudos frente a frente y Heldo aproximó su rostro al de ella, la besó delicadamente en los labios y continuó por la barbilla y el cuello hasta llegar a la simetría de su busto, donde le lamió las areolas de los pezones. Prosiguió descendiendo para arrodillarse, se aferró a sus caderas, introdujo la lengua en su virginal sexo y cerró los ojos, dejándose guiar por un deseo incontrolable. Cuando volvió en sí, no podía pronunciar palabra ni tampoco moverse, sus extremidades comenzaban a transfigurar en ramas y la mujer retornaba poco a poco a su aspecto original. Entonces, los árboles, habiendo sido testigos de cómo otra dama del bosque había encontrado a su compañero, se estremecieron.
Heldo y las damas del bosque (+18)
Actualizado: 16 jun 2021
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