Mi nombre es Antonio Rodríguez, nací en la ciudad de Saltillo, pero tengo 10 años viviendo en un lugar llamado Hacienda de Bocas, a una hora, en carro, de la capital de San Luis Potosí.
Tengo muchas historias que podrían resultar interesantes, pero sin duda alguna la de la muerta que se salía del panteón es la más dramática.
No puedo dar detalles muy específicos porque la familia de la fallecida aún vive aquí. Lo único que puedo decir es que esta historia me la contó un amigo al que, para proteger su identidad, llamaré señor A. La mujer que se salía del panteón era su abuela.
La historia se remonta hasta hace casi cien años. En ese entonces la abuela del señor A estaba en plena adolescencia, y para su desgracia la pubertad no había jugado a su favor, no hay fotos, pero eso es lo que dicen todos quienes la conocieron, la describen como una chica poco agraciada, si a eso le sumas el pésimo carácter que dicen que tenía obtienes el escenario perfecto para que nadie se quiera acercar a ti.
Y así ocurrió, la abuela del señor A llegó a los 25 sin que jamás un hombre la tomara enserio, amargada y frustrada. Ella estaba decidida a cambiar su vida de forma drástica, iba a hacer lo que fuera necesario sin importar las consecuencias.
Fue así que, conociendo las historias de las brujas del monte detrás del cerro, fue en busca de ellas.
Nadie sabe exactamente qué fue lo que pasó, pero dicen que cuando volvió algo en ella había cambiado, tenía una mirada pesada, inclusive su olor natural era distinto.
Comenzó a hacer y decir cosas extrañas, se salía por las noches, inclusive afuera de su cuarto muchas veces aparecían gallinas muertas, sin mencionar que nunca faltaba alguna mosca despistada cerca de ella.
Tiempo después conoció un hombre, ella quedó completamente enamorada de él. Para su desgracia él estaba casado y ya tenía, según dicen, 3 hijas.
La abuela del señor A intentó en más de una ocasión acercarse de forma amistosa al hombre, pero él la rechazaba. Entonces ella averiguó quién era la esposa y las hijas, sus intenciones claramente no eran buenas.
Ella quiso amarrarlo, pero por alguna razón no funcionó, dicen que la madre del hombre también era una bruja y, al saber que querían trabajar a su hijo, encontró una manera de protegerlo.
Luego de varios intentos fallidos para tener al hombre del que estaba enamorada, decidió cambiar de estrategia. Si los hechizos no tenían efecto en él, entonces los haría a su esposa.
El señor A dice que su abuela realizó un ritual que causa que la mala fortuna abrace a la persona que se está trabajando. Se supone que es un ritual complicado porque se divide en varias fases, lleva su tiempo, años. Pero a ella no le importaba esperar con tal de finalmente estar con ese hombre.
Mi amigo afirma no conocer todos los detalles del proceso del ritual, pero está seguro que lo primero que sufrió la esposa de aquel hombre fue una caída inesperada de cabello, varios accidentes domésticos que involucran algún artefacto de la cocina. Y nunca dejaba de dolerle la cabeza.
La mujer se la pasaba de mal humor todo el tiempo, debido a sus múltiples accidentes y el constante dolor de cabeza. Ya que la tenía en esa situación comenzó con los remates fuertes. Para este punto la esposa ya estaba en los últimos meses de su cuarto embarazo y a la abuela del señor A no se le ocurrió nada más sutil que causarle problemas con el bebé.
No le causó la terminación del embarazo, pero el niño nació con ciertos problemas que no puedo mencionar porque Hacienda de Bocas es un lugar pequeño y ese bebé fue el único que nació con esa condición.
Por si no fuera suficiente con un dolor de cabeza intermitente agudizado por la presión que causa tener un hijo que necesita cuidados especiales, la siguiente jugada de la abuela del señor A fue que su hija mayor fuera ultrajada y quedara embarazada de un hombre que nunca recibió su castigo.
Ya con toda esa aura en la casa de aquel hombre, intentó una vez más un hechizo de amarre y esta vez funcionó, a medias, porque él no dejó a su esposa, pero al menos ya lo tenía de amante.
Luego de ser su amante por cuatro años, ya tenía dos hijos y estaba esperando el tercero.
En todo ese tiempo ella no dejó de fastidiarle la existencia a la esposa de su amante, su lógica era: mientras más problemas tenga él en su casa más tiempo pasará conmigo.
Pero los hechizos que usaba no eran del todo efectivos, eso la frustraba, la gota que derramó el vaso fue que el día que ella estaba dando a luz de su tercer hijo fue el mismo día que la esposa cumplía años, y el hombre se la pasó con su esposa, dejando a su amante sola con el recién nacido.
Llena de cólera, decidió utilizar un hechizo más oscuro, tanto que, según cuentan, tuvo que ofrecer uno de sus dedos como ofrenda.
Dice el señor A que lo que hizo su abuela fue embrujar la casa de aquel hombre. La gente hablaba de lo que ocurría en esa casa, el rumor se corrió cuando los vecinos comenzaron a ver cosas que en definitiva no deberían ocurrir. Huellas de sangre frente a la casa, sonido de vidrios reventando sin que éstos reventaran realmente, perros que comenzaban a ladrarle al árbol que tenían para que, luego de un extraño viento, dejaran de ladrar y salieran corriendo. Nadie sabe a ciencia cierta cuáles fueron los horrores que esa familia tuvo que soportar porque los habitantes de la casa jamás dieron demasiados datos.
Inclusive el párroco del pueblo se involucró, esto ocurrió después que unos niños encontraran muñecos vudú enterrados en el árbol de aquella casa.
Fue entonces que la madre de aquel hombre decidió terminar con esa situación, ella casi nunca se dejaba ver, por lo mismo de su condición de bruja, así que cuando la vieron llegar a esa casa embrujada, todos sabían que la sangre iba a correr.
A los pocos días la actividad espectral de esa casa comenzó a disminuir, al mismo tiempo la abuela del señor A enfermó de gravedad. Una semana después la casa volvió a la normalidad y su abuela murió, el hombre se desentendió de los hijos, entonces la madre del señor A, que acababa de cumplir 6 años, se quedó a cargo de su hermana de 4 y su hermano de 3.
Nadie, ni siquiera sus hijos estuvieron presentes cuando la mujer fue enterrada en camposanto. Pero se sabe por lo que contó el sacerdote que era como si el cuerpo no quisiera ser colocado ahí, de hecho, dice que la caja no cabía en el pozo, tuvieron que hacerlo más grande para terminar el entierro.
Este pudo haber sido el final, pero las brujas no descansan jamás, y menos si están en camposanto. Se cuenta que desde la primera noche se comenzaron a escuchar los gritos de la mujer, eran gritos de súplica, desgarradores y causaban un terror indescriptible a quienes tuvieron la desgracia de escuchar esos infernales lamentos.
Pasó el tiempo y la situación se volvió más escabrosa. Si alguien tenía duda que la abuela del señor A era una bruja, esas dudas se despejaron cuando la vieron salir de su tumba, envuelta en fuego, emitiendo sonidos tenebrosos mientras caminaba para salir del camposanto.
La primera vez que alguien dijo haber visto ese espectáculo dantesco nadie le creyó, así que fueron al lugar donde estaba enterrada solo para descubrir que, efectivamente, la tumba estaba vacía, el pánico se esparció rápidamente por el pueblo, la situación empeoró cuando encontraron el cadáver de aquella bruja en medio del monte.
Enviaron por ella y la llevaron de vuelta al camposanto, la colocaron dentro de su caja y volvieron a enterrarla. Esa misma noche ella volvió a salir de su tumba, caminó quejándose y envuelta en llamas hasta salirse del camposanto.
Al amanecer, otra vez, la tumba vacía y a las horas la encontraron, esta vez, en el patio de una casa abandonada. Una vez más la regresaron y la enterraron. Cada vez que la devolvían al camposanto ella volvía a salirse. Sus quejidos y lamentos aterrorizaron al pueblo por un tiempo. Fue entonces que se tomó la decisión de sacar su tumba del camposanto y enterrarla en un lugar que no puedo revelar, pero les aseguró que está muy lejos de cualquier lugar religioso.
Debo admitir que cuando el señor A me contó la historia de su abuela dudé de algunos detalles, fue entonces que me dijo que cada vez que él visita el lugar donde su abuela está enterrada ella se manifiesta como agradecimiento.
Un día lo acompañé, ahí no hay ninguna lápida, de hecho, no hay ninguna marca, es frente a un árbol de una extraña forma, me dijo que observara de lejos. Vi cómo se sentó frente a ese árbol y dijo: soy yo abuela, vengo a visitarla. Entonces, para mi asombro, una serpiente negra de ojos rojos salió de debajo de la tierra y se deslizó por el cuerpo de mi amigo para posarse sobre sus hombros.
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