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Un espectro entre las pirámides



El soldado misterioso respondía al nombre de Atanasius Rosenkrutz pero, también lo llamaban El vidente. A pesar de servir como espía para los intereses de Napoleón, Atanasius tenía mala fama entre los demás integrantes de aquella campaña; el año es 1798 y las tropas del emperador ya habían destrozado a las fuerzas mamelucas. En cuestión de un año, el ejército de Napoleón Bonaparte se había hecho con la ciudad de Alejandría y El Cairo, en una batalla (un poco desigual) que la historia recordaría como La Batalla de las Pirámides. Se cuenta que el buen Bonaparte llevó todo un equipo de sabios y eruditos: arqueólogos e historiadores para que su campaña (además de militar), fuera científica también, lo que favoreció al hallazgo de la Piedra Rosetta. El caso de Atanasius Rosenkrutz fue algo insólito y extraordinario. Los más allegados del general lo vieron robando parte de los hallazgos arqueológicos al pie de una pirámide; uno de los soldados advirtió la presencia de Rosenkrutz cerca de la tienda de campaña del célebre arqueólogo Jean Champollion, a eso de la medianoche. Se dice que el rostro pálido, huesudo y carente de expresividad de Rosenkrutz, hizo que el general Louis Desaix se persignara unas diez veces para luego acudir a Bonaparte y contarle el suceso; en esas frías noches del desierto egipcio que terminaban en noches de insomnio para Napoleón, le fue contado todo y la orden fue aplastante:


-Azoten quince veces a ese maniático. Es un irrespeto al trabajo del señor Champollion.

El general Desaix busca el objeto que pretendía robar Rosenkrutz y, a la vista del inmenso ojo místico que proyectaba la Luna egipcia, le mostró una pequeña estela de treinta centímetros a Bonaparte; la piedra tenía siete inscripciones: cuatro en hebreo antiguo, una en egipcio, dos en griego arcaico y la última (para sorpresa de todos) en idioma sumerio.

-Muchos siglos de disparidad histórica, general. Ni los más sabios de nuestro equipo pudieron identificar un objeto como este.


Napoleón se seca el sudor de la frente con un pañuelo, se cruza de brazos y contempla la Luna. Luego observa las pirámides que parecen emanar un halo sobrenatural:


-Egipto es una tierra de viejos gobernantes. Las hazañas de los eternos faraones han dejado una huella imborrable, Desaix. Ahora mi pregunta es ¿Cómo un simple espía de mi ejército logró dar con este magno descubrimiento? Claro, si se le puede llamar “magno descubrimiento”.


-Al menos confórmese con saber que ha logrado terminar con 700 años de dominio mameluco, general. Y esto realmente es digno de celebrar.


Napoleón y Desaix acudieron al lugar donde estaban azotando a Atanasius Rosenkrutz. Hurgaron en las pertenencias del supuesto soldado; muchos objetos de carácter iniciático (un anillo masónico), y una daga con el ojo de Horus en el mango. Desaix, bajo las órdenes del general ordenó que lo encadenaran de pie durante tres horas, imposibilitando al prisionero sentarse. La prisión, que antiguamente había usado el líder mameluco para los detractores del Islam, ahora servía como escenario para la búsqueda de la verdad:


-Le han llamado José Bálsamo en algunos países, también en España le llamaron el mago de Salamanca, también se dice que fue amigo del mismísimo Jean Paul Marat pero…No sabemos realmente su nombre, señor Rosenkrutz. Esperamos su versión oficial.


-Seguro quiere saber sobre la estela que intenté robar, general. Déjeme proponerle un trato: usted me libera si yo le cuento una interesante historia sobre la estela.

Desaix sigue desconfiado:


-No confié en este embustero, general. Podría ser espía de los británicos.

Bonaparte levanta su mano como diciendo “silencio, déjalo que hable”.


Entonces Atanasius le habló del poder místico que se podía obtener a través de la estela de siete inscripciones. Le contó al general que aquel hombre de corazón puro, sabiduría hermética y fe indestructible podrá alcanzar un poder inimaginable; según Rosenkrutz, en las pirámides estaban los grandes hallazgos para el máximo grado de perfección pero los arqueólogos habían “mancillado” los tesoros con incredulidad y escepticismo académico. Cuando Atanasius le mencionaba la palabra poder al general, los ojos le brillaban. Desaix consideraba peligroso seguir hablando esos temas y, le pareció observar una enorme serpiente escarlata que salía de la celda de Rosenkrutz. Hoy he hallado ese poder, general. Y depende de usted si condenarme a muerte en esta podrida celda o liberarme y descifrarle los misterios de la estela, para que usted goce de mayor autoridad en el vasto mundo. A una orden de Napoleón, el prisionero es liberado y llevado afuera. Desaix, horrorizado, ve como la serpiente escarlata le sigue. El general que pareció no ver nada extraño y al salir Rosenkrutz intenta acompañarlo a la salida. Pero cuando cruza el umbral no ve a nadie en la vasta noche egipcia. Solamente las pirámides enigmáticas pero ni un rastro de Rosenkrutz.

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