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TANDA DE RELATOS


NO IMPORTA CUANDO


Lupo, a pesar de estar fatigado, corrió tanto como pudo, hasta que le flaquearon las fuerzas y se desplomó apenas a unos metros de de la meta. Sus compañeros de clase lo adelantaron y quedó en última posición. Por vergüenza, no terminó la carrera y fue a sentarse en un banco cercano, había estado tan cerca del primer lugar... El profesor se acercó entonces y tomó asiento a su vera, posó la mano en su hombro y le dijo: "No importa que no lo hayas conseguido hoy, a veces no se trata de lograr las cosas a la primera, sino de luchar por ellas".


MALA PERRA


Don Andrés tumbó la puerta de la habitación de una patada y entró como un energúmeno a por Carmela, estaba tumbada en la cama. Apretó los dientes y se sacó el cinturón de las trabillas, iba a aleccionar a esa mala perra. Cargó contra ella y la molió a correazos para que aprendiera a ser obediente con él. Carmela estaba muerta de miedo y sus quejidos podían escucharse, como siempre, hasta en el último piso. Aquel hombre que la azotaba, era una bestia alcoholizada sin compasión y no se lo pensaría dos veces si tuviera que partir el cuello de aquella pobre Chihuahua.


MENSAJE AL PUEBLO


El primer misil acertó en lo alto de la cúpula y esta estalló en mil pedazos, entre una grandiosa bola de fuego y humo. Las calles se llenaron de gritos y lamentos y todos corrían despavoridos sin entender que se trataba de una invasión alienígena. Entonces, la nave del mariscal Landor Turins, se posó frente al edificio indicado y ordenó al ejercito asesinar al presidente para tomar el capitolio con la intención de dirigirse al pueblo.


ANTES DE APAGAR LA LUZ


Manuel, después de ver la película de terror "Antes de apagar la luz", fue corriendo a dormir y se acomodó el pijama tan rápido como pudo, retiro la colcha de la cama y, justo cuando apretaba el pulsador de la lámpara y esta se apagaba progresivamente, percibió un rostro rojo con cuernos y dos ojos de escleróticas amarillas e iris negros de serpiente frente a él.


LA NOCHE QUE DESCUBRÍ EL CIELO


Carlos, oriundo de la ciudad, nunca había visto un cielo tan luminoso ni tampoco respirado un aire tan puro y frío, doloroso incluso. También era la primera vez que veía una estrella fugaz, pero no pudo pedir su deseo, pues ni sabía que existía tal costumbre. Le resultó una experiencia maravillosa y la volvió a repetir en su segundo viaje hacia tierras extrañas.


PESADILLA HOSPITALARIA


Yo estaba en quirófano, tumbado en la camilla de operaciones y el doctor se acercó con un bisturí. Me iban a operar del apéndice y pregunté si no me administraban anestesia, aunque fuera local. Él esbozó una sonrisa que pude adivinar tras su mascarilla y alzó el utensilio de cirugía y lo clavó en mi pecho, a la altura del corazón. Entonces, con un grito ahogado, me desperté de la pesadilla, mas caí en otra: mi mujer me estaba apuñalando.


DOS MONSTRUOS


El carnicero, después de desfigurar el rostro de una colegiala, quien estaba atada una tubería del sótano y días antes se había burlado cruelmente de él por su aspecto, le dijo: «Ahora ya no somos tan diferentes, ¿verdad?».


LA SUSTANCIA


Sin darse cuenta y antes de marcharse, Aries, uno de los científicos del experimento, derramó una probeta que contenía una sustancia extraña, encontrada en la jungla; clave para entender el comportamiento de ciertos primates. Se despidió cordialmente del bedel, —quien se encargaría de limpiar el estropicio— y se marchó a casa.


Al día siguiente, cuando se presentó junto con el resto de compañeros, encontró a un chimpancé en las instalaciones, enfundando en un uniforma azul y empuñando una fregona.


SIERVOS Y REYES


Trompetas y tambores resonaban al paso del rey y hermosas damas danzaban a su alrededor mientras lo llenaban de besos, halagos y pétalos de colores que se elevaban en el aire y lo rodeaban. Mientras tanto, los súbditos más devotos que se postraban ante él, sufrían la ignominia de de sus zapatos.


PURA SANGRE


"El Perico", el más humilde vecino del pueblo, tenía un buen caballo, un pura sangre español; herencia de su padre, el mejor criador de caballos de la ciudad. Y era la envidia de Amadeo, terrateniente de la comarca, quien lo deseaba a toda costa, mas Perico no quería desprenderse de su posesión y se negó a vender. Sin embargo, Amadeo, miserable donde los haya, un buen día —o uno malo, según se mire— pidió verlo una última vez, a lo que el bueno de Perico aceptó, desconocedor de las verdaderas intenciones del terrateniente: disparar al caballo hasta la muerte.


—Mira pues, ahora ya si es pura sangre — dijo Amadeo mientras guardaba la escopeta que había usando segundos antes.


EL MEJOR REGALO


Era el día de Navidad y Raúl vio como su padre se despertaba por segunda vez. Este le dijo: «Raúl, hijo. Papá Noel no te ha traído ningún regalo, ¿verdad?».


—Ya me ha traído uno muy especial. A ti. Ayer despertaste del coma.


Ambos se abrazaron entonces y expresaron lo muchísimo que se querían.


LA CASCADA


Cuando la joven Amalia regresaba del supermercado, vio cómo cientos de litros de agua caían por la fachada de su edifico y alzó la vista para darse cuenta, con horror, que provenían de su balcón. Cargada con las bolsas, emprendió la carrera, abrió el portal lo más rápido que pudo y subió hasta su rellano por las escaleras. Una vez en su casa, divisó un río de agua que salía del cuarto de baño y recorría el pasillo de una punta a la otra. Entonces, soltó las bolsas para encaminarse de inmediato hasta allí y abrió la puerta.


—¡Manolito, gamberro! —exclamó—. ¿¡Pero qué has hecho?!


Su hijo pequeño había taponado los desagües y abierto todos los grifos.


EL RETRATO


Yo nunca había conocido a mi madre —quien murió durante el parto por una negligencia medica— y cursé la carrera de medicina, con la intención de convertirme en cirujano partero para evitar que algo sí volviera a ocurrir en el pueblo. Y siempre me satisfacía el ver una mueca de felicidad en el rostro de esas mujeres que se olvidaban por completo de los dolores del alumbramiento.


En mi última vez, la madre con el bebé todavía en brazos sobre la cama, me sonrió. Y su rostro me resultaba familiar, como si lo hubiera visto en algún lado (en blanco y negro). Hice memoria y lo recordé, lo había visto en un retrato antiguo. ¡Era mi madre! ¡Estaba siendo testigo de mi nacimiento! Entonces, me desperté. Y, sueño o regalo de Dios, fue una experiencia maravillosa.


EL ASESINO


Estaba oscuro y no podía ver la cara del asesino. Me escondí detrás del sofá, pero hice ruido sin querer y él me descubrió «¡No puedes esconderte de mí!» Cuando me me giré dispuesta a emprender la huida, el asesino estaba a mi espalda y me apuñaló. No podía verle la cara y le pregunté por qué me estaba matando. Entonces, me contestó:


—Porque tú quieres —Asomó su rostro desde las sombras y pude reconocerlo. Era yo.


DENTRO DEL COLCHÓN


Era la noche de Halloween y me fui a dormir con un cuchillo, asustado. Las historias de terror que mi hermano había contando minutos antes eran escalofriantes. Cuando estaba en la cama, tapado y empuñando el arma, ¡el colchón se movió, lanzó un gruñido y algo intentó agarrarme desde el interior. Aterrado y con el corazón en un puño, lo apuñalé repetidas veces hasta que dejó de moverse. Fui de inmediato a alertar a mis padres que estaba en la cocina y les dije lo que había pasado. Los tres nos dirigimos corriendo a mi habitación y encontramos un cuerpo empapado en sangre, tendido en el suelo. Pero aquello ni era un fantasma ni tampoco un demonio.


LITERATURA PERDIDA


Mi padre, escritor de profesión, afirmaba haber sido maldecido por el demonio de las letras. Decía que, tras su muerte, su legado literario se perdería para siempre y me pidió que copiara sus obras. No lo hice, claro, porque aquello no tenía sentido, pero un día, años después de sus palabras, me apetecía leer algunas de sus novelas y, cuando abrí una, todas las hojas estaban en blanco.


UN PEQUEÑO CUENTO:


—Mami, ¿por qué a veces es de día y se oculta el sol? Creo que lo llaman eclipse.


—No es un eclipse, sino el poder de Dios, porque a veces él lo cubre para mandarnos una señal y que sepamos que todavía está ahí para protegernos.


—¿Sí?


—Claro, cariño. Y ahora a dormir, que Dios te vigila desde ahí arriba aunque tú no puedas verlo.


ESPERANDO A SU AMIGO


El pastor alemán se encontraba solo en la orilla de la playa, donde esperaba a que su amo (mas amigo que amo), regresara de nadar, pero lo que no sabía él, es que jamás iba a salir del mar.



EL LEÓN PROTECTOR


Cuando la gacela se creía a salvo y le iba a dar las gracias al León por salvarle la vida de otros depredadores que la acechaban, este le dijo:


—No, no me des la gracias. Porque no te protegía para salvarte, sino para que los otros no pudieran llevarse mi comida.


Moraleja: a veces, las personas parece que intentan ayudarte, cuando solo actúan bajo sus propios intereses (e incluso pueden perjudicarte).



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