Cuando Andrea terminó su jornada laboral y se dirigía hacia la puerta de salida de la empresa, todo se paralizó y comenzó a caminar hacia atrás, pues el tiempo, en vez de avanzar, retrocedía. Y, las tareas que ya había realizado, se deshacían a su paso. Sucedía tan paradójicamente rápido que, cuando quiso darse cuenta, se encontraba tumbada en la cama de su dormitorio y las manecillas del reloj giraban en sentido contrario. Intentaba empujar para detener la reversión, pero una fuerza invisible e inexplicable la obligaba, por lo que que se dejó llevar mientras la luna aparecía de nuevo por la ventana. Comenzó a retroceder más y más rápido, tanto, que se desvaneció por unos instantes. Una vez volvió en sí, rompió a llorar entre los brazos de una madre que veía por primera vez a una hija. Todo volvía a empezar de nuevo.
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