Es la magnífica sinfonía, la bóveda de un infinito inventario. Prestigiosas son las cuerdas de la guitarra, las teclas del piano, y el arco de aquel violín emocionado. Ritmo acorazonado, señales de aquel momento, día y recuerdo. Pupitres y más pupitres sientan a las beneficiarias del más profundo sentimiento. Estudiantes del alma, testigos de lo más sagrado.
Mecanografia de un adiós, el impacto acústico de la felicidad, pronunciación del dolor, las sílabas de la sanación. Táctica es su labor, de ojos, nariz, boca y mejilla, desplazan su sensación cristalina. Pueden ser provocadas, y también usadas, pero nunca la puedes vestir de dulzura, aquel sabor del océano.
Un relato con mezcla de belleza y una pizca de melancolía