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Foto del escritorJ.R.Infante

Las necesidades del servicio (3)

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—Oye, cari, que mejor te lo retransmito en directo: resulta que una muchacha rubia, de muy buen ver, todo sea dicho, se ha quedado que ni para atrás ni para adelante en los cristales esos de entrada al banco, tú sabes, y la gente desde fuera dándole instrucciones, pero no está sola ¡qué va!, con ella está una señora con dos niños gemelos, que lloran a lágrima viva y un carrito. Yo no sé qué han hecho, ha salido hasta el director del banco ¿Por la ventana?, ¿cómo va a salir por la ventana el director?, ¡qué cosas tienes!, ha salido de su despacho y desde dentro está con una llave tratando de abrir la cristalera, yo creo que esto es cosa de bomberos, ya mismo están por aquí, porque a esos niños les puede dar algo. ¿Oye, sabes una cosa? Ahora que la gente está ahí, pendiente del banco, voy a coger mi escoba y le doy un repaso a la plaza, no sea que aparezca el coordinador y me pille en el fregao, ¿oye, nosotros tenemos wifi en casa?, es que Carmelo ha puesto un letrero aquí en el puesto que dice que es libre y le quiero preguntar, no sea cosa que esté de oferta ¡oye, cateto serás tú! Francisco, no me saques de mis casillas, joe, ¿entonces qué me decías tú a mí que nos hacía falta en casa para usar los dos ordenadores?, ¿no era el wifi ese? Listo, que eres tú muy listo, pues a ver si se te olvidan los garbanzos, que vas a comer mañana lo que yo me sé… Mira, ¿sabes lo que te digo? que ya no barro más, recojo las papeleras y me voy de aquí antes que se den media vuelta esos desocupados y se vengan otra vez al coche… Y te dejo que me tienes loca. Me cambio el emepetrés, a ver si me relajo un poco con la música. Chao

 

La operaria de la limpieza colocó la escoba y el recogedor en el lugar adecuado de su vehículo, se introdujo en la cabina y accionó la llave de contacto. El motor eléctrico se negó a colaborar.

—¡Vamos, vamos! ¡Me cago en la madre que parió al cacharro éste! Cari, oye, ¿tú te acuerdas la otra vez que pasó lo del coche eléctrico?, ¿de qué era?, hombre, no llamo al coordinador porque no quiero que sepa dónde estoy, tío listo, ¿a mi jefe?, todavía me lo pones peor ¿te acuerdas o no te acuerdas?, no me líes que la gente del banco me está mirando y me da la sensación de que ha solucionado ya el asunto de los gemelos y otra vez los tengo aquí ¿la batería?, ¿y eso dónde está?, ¿cómo dice usted?, espera, espera cari, es que un muchacho me está preguntando por un señorita rubia, me parece que es la misma persona que está atrancada en la puerta del banco ¿Sofía?, ¿cómo?, oye, perdona, pero es que estoy con el coche que no me arranca y mi marido, ¿qué dices?, joe cari, calla un momento que no puedo atender al chaval, ¿oye, ese coche rojo es tuyo?, pues allí se ha parado un motorista de la policía y por las intenciones que tiene te va a caer una multa como no te des prisa, ¿la puerta del lateral, dices?, ¡ve para allá y pregunta!, ¡ah, el guardia!, cari, yo no veo ningún cable azul ¿y si le damos un empujón como toda la vida?

 

Mientras tanto…

—¿Qué pasa en el banco? ⸺le pregunta un cliente a Carmelo.

—La cosa es que yo estaba despachando una bolsa de pipas para una señora que tiene dos gemelos y quería comprarle una bolsa de gusanitos…

—¡No! Si por las acciones de Repsol yo no te he preguntado, Carmelo.

—¡Déjame que te cuente! Es que si no, no te vas a enterar de nada, no seas impaciente, la señora como te digo tiene dos gemelos y por tanto el carrito para llevarlos es de esos grandotes ¿me sigues’

—¿Qué te parecía a ti, Carmelo, si yo te contase ahora, así a bote pronto, la conspiración judeomasónica que existían en otros tiempos en este país y que salía a relucir en épocas de sequía?

—¡Qué impaciente eres! ¿Qué va a ser? ¿Algo más? Son cuatro cincuenta. Como te digo la señora estaba ahí mismo, donde tú estás ahora, entonces se acercó un señor, de esos del montón ese que ves allí con una gorra verde…

—Carmelo, mi perro me está esperando para que lo saque a mear y me ha dicho mi mujer, vete primero a comprar el periódico y te subes un litro de leche, ya ves como vengo, en zapatillas…

—No me había fijado, pero oye, es que yo no sé qué le dijo el señor sobre un rebaño de corderos que ¡hala!, se fueron los dos para el banco como si les fuese la vida en ello…

—¡Ya! por la misma razón que las loterías nunca tocan más que de vez en cuando, porque eso está apañado por los ingenieros y salen los números que ellos quieren; un pelotazo de vez en cuando para enganchar a la gente y luego vete tú a saber a quién le toca ¿tú conoces a alguien?

—Yo no, pero mira, se van para el banco y luego aparece una muchacha rubia, a ver si tienes ocasión de echarle un ojo, yo no me he podido fijar bien porque no puedo dejar el negocio…

—Mi perro se mea en la maceta y hoy tenemos fiesta en casa, pero aunque no me lo termines de contar, Carmelo, yo me meto en el laberinto ese y me entero que está pasando en el banco, ¿que empuje qué?, lo siento señorita, pero es que estoy operado de una hernia y no puedo hacer esfuerzos.

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