Fue llamada también la Espada de Shemihaza, el primero de los ángeles que sucumbió
a la tentación en tiempos post-diluvianos, señalado en Génesis 6: 1-3 y en el Libro de Enoc. El primero en usarla fue el pagano Nemrod, rey de Sinar en la gran guerra de Babel. Dicen que unas tribus lo asesinaron mientras dormía y la tomaron. Posteriormente la espada de bronce pasaría manos del patriarca Abraham, quien la uso en la derrota de los reyes; conservada más adelante por Jacob, la espada llegó a las manos de las doce tribus, específicamente la tribu de Leví. Pero el Todopoderoso no estaba dispuesto a que tal ignominioso objeto siguiera inflamado el ego de los hombres. Lo último que se sabe, según los registros rabínicos, fue que el Rey David la obtuvo, y esta pasaría a manos de Salomón. Vino la época de la cautividad y los judíos tuvieron que ir a Babilonia. No se supo más nada hasta los tiempos de Cristo, donde el diabólico Rey Herodes se ufanaba de tenerla en su poder. Incluso aseguró que él mismo uso la espada para cortarle la cabeza a Juan El Bautista. Aun se suponía, en tiempos medievales, que Ricardo Corazón de León la tuvo entre sus manos. Fueron necesarias las acusaciones contra los Caballeros Templarios en 1309 para que se teorizara que esos monjes guerreros tenían en su poder la preciada espada. Algunos afirman que fue el cetro de poder, del famoso reformador alemán Martin Lutero y posteriormente, quien la llevo a un cementerio en los valles de Frankfurt por considerarla un objeto maldito. En pleno Siglo XX, dictadores y tiranos decían que la espada estaba de vuelta en Medio Oriente. Pero nada se sabe hasta ahora. Tal vez despareció de la tierra y ya. Ahora solamente la ciencia ficción, la fantasía y la imaginación manosearían esta espada. Amen de mezclarse con los mitos más emblemáticos de la cultura universal.
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