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Miguel Marqués

Ingrid

Se me ocurren muchas cosas mientras me maquillo. Lleva un buen rato disimular la sombra de la barba, la nuez, los pómulos estos tan marcados que yo tengo. Muchas veces en esos momentos pienso en La Agrado. ¿Que no te acuerdas de la Agrado? Sí, nene, la del Almodóvar, la de la película esa. Ya sé que no es real pero yo me la imagino como si fuera mi prima Es como si lo estuviera viendo: Ella, frente al espejo, le cuenta a Marisa Paredes que de joven era camionero. "¿Ah, sí? "–le responde. "En París, justo antes de ponerme las tetas. Luego dejé el camión y me hice puta".


Me río yo sola con estas cosas. Yo no me hice puta, aunque a punto estuve del hambre que pasaba, nene. Sí que me puse tetas, y muy bien puestas que siguen. Bien altas, como dos pomelos. Yo me gano la vida en el show business, nene: drag queen, humorista, modelo y cantante. Pa tó valgo, nene. Para todo menos pa que me quieran, que una ahora que vive bien va y se siente sola.


Mientras me meto dentro del vestido de licra y me calzo los taconazos me acuerdo del Iván. ¡Ay, el Iván! Lo que me hizo sufrir y la de dinero que se llevó a mi costa, el sinvergüenza. Pero en estos ratillos de debilidad te confieso una cosa: si ahora mismo entrase por esa puerta y me dijera "ala, pal catre", así como lo hacía él, dando una palmada en el culete, si entrase por esa puerta esta noche, le daban por ahí al show business. Al show business y a mí de paso también, nene.


Ya está abajo el conductor que me lleva a la discoteca de esta noche. Siempre es el mismo. Nunca me habla. Supongo que le doy asco, pero aún así siempre me mira las tetas. Un día igual le propongo algo. No porque me guste, sino porque se iba a quedar confundío para el resto de sus días, oye. Igual lo disfruta y se convierte, vete a saber.


Tras el escenario me tomo un té helado Long Island, que me viene fatal para la voz pero me hace entrar en calor. Me lo prepara siempre Marga, que es un amor, nene, te lo juro. Salgo al escenario y les canto canciones de antes. No sé. La bienpagá, o el Tápame, tápame. Lo decido sobre la marcha. Y en ese ratito me rebozo con todos los chicos guapos del público. Si hay alguno guapo de verdad, así como mi Iván, me siento en su regazo y muevo el culo frotándome como una gata en celo. Tengo las nalgas duras como una piedra, que mi buen rato de gimnasio me lleva, y lo sé sacar partido. Cuando ya el chico se pone colorado y a los amigos se les han acabado los chistes aflojo un poco.


Eso sí, antes de continuar, me tengo que colocar un poco con disimulo el tiburón entre las piernas, que si el personal me lo nota se escandaliza, nene.


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