Renunciaría a todos los amaneceres, si este se mantuviese eterno con tu rostro como la imagen evocadora de lo imposible.
Incluso podría dejar de escribir, si solo tuviese tiempo para dibujar palabras sobre tu cuerpo desnudo.
Me plantearía incluso pensar, ya que nunca entendería como he llegado hasta aquí.
Me negaría a mirar las estrellas, tomando como ejemplo el fulgor que desprenden tus ojos tras abrirse en un nuevo despertar.
Me alejaría del mar, hasta convertirme en un pez que sobrevive en el desierto de esta sociedad corrompida.
Me acercaría a la cordura, abandonando la irracionalidad que es la bandera de mi vida.
Aprendería a no oír música, si es tu voz la que oigo en la espesura de la noche.
Creería que el mundo tiene sentido, pese a que ya no crea en nada.
Muchos sin sentidos son las palabras que anteceden a estas ahora nacidas, pero posibles ante la visión de tu ser que ilumina a todo cuanto rodeas, convirtiendo a este fantasma en un ser real.
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