Es la fragancia que inquieta mis deseos, es la agonía de mi corazón en rebeldía. Me enseña la invicta pasión, sin intentar poner de su parte. El jardín de su aroma recorre mi olfato, extendiendo el perfume hacia mi debilidad con toda revelación. Me transforma en todo su amor, enriqueciendo el alma con pura devoción. Existe su presencia inefable, sin palabras que decir, y menos gestos que implican su existir.
Extraño y admiro su devoción, y entiendo que faltaran días y años, para explicar dicha emoción. Nada se esconde de su magia, nada puede ser expulsado de su belleza, porque de mí depende como gozo, y como adoro el significado de su existencia. La envidia se ocupa de su legado, porque su originalidad no se compre o se vende en ningún lado, ética única y preferible, sobre el derecho de ser amado
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