Te amo sin saber de ti, los esquemas de docilidad, la razón agobiada de quererte cada día más. Mi sentimiento se enriquece con el sabor de tu ser, mi alma elimina todo perfume diferente al tuyo. Olfato indomable, sabor de tu ser, mi mimada emoción. Nada existe después de ti, nadie se atreve dedicarme tus palabras. Hojas de letras marcadas, ciertas y adecuadas para tu único navegante de estrellas.
Siempre te quejas de mí, la pasión que según me falta, el cariño eterno de 100 años. No puedo ser suficiente, ya que es mi don de amarte. 100 años nunca son suficientes, una vida menos, me siento conforme con la eternidad. En aquel universo, mis lágrimas, mi corazón y alma, imitan el anillo de saturno, vueltas de billones de años, vida del sol que contemplamos.
Existe ese tiempo de amarte, pero no veloz como la luz, menos al pestañear, y nunca en un sueño. Es tú rompe cabeza, mi gran amor, es tu problema descifrar hasta donde puedo llegar, pero una pista te puedo obsequiar, el lugar y el límite no existe, menos paredes, y nunca en aquel final del universo.
Mientras tanto, naturalmente un día dejaré de existir, dejaré de llevarte flores de primavera, dejaré de compartir en tu mesa, el fin del beso de despedida, última vez que tocaras mi piel antes de ser cenizas. Agobio con mucha pureza esos años concedidos, feliz, muy feliz es mi apodo favorito. Amor y amor es lo mínimo que vivirás conmigo, vida no es el problema, y menos la muerte explica al final. Pelea, grita, enfurécete por lo que quieres de mí, que yo por siempre respiraré tu nombre, en el olvido, en la tierra, y más allá del cielo
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