En las noches de verano cantando con la luna y en baile con las estrellas, me atrevo a observar el abismo y él me observa a mí, cuando más profundo veo me muestra su oscuridad. La masa oscura y el veneno que desborda por mi lengua, la incapacidad de ver más allá de esa amargura que dejo salir reflejada en los demás, me perturba observarme porque sé que algo está girando demasiado a un extremo y es necesario para equilibrar las sombras de ese abismo que va ganando terreno si no le guió a su lugar. La música va guiando los latidos que se dan en el baile, mis pies como el viento se dejan llevar, el vacío y oscuro abismo se empieza a disipar, con cada movimiento es un portal que se va abriendo para poderse llevar el temor a la oscuridad y así poder llenar el abismo de cristal.
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