Después de haber expuesto el sermón aquel caluroso domingo, en la Iglesia Presbiteriana de Caracas, el Reverendo Cornelio Velasco buscó entre los pesados volúmenes de la biblioteca una copia de Pecadores en manos de un Dios airado del gran Jonathan Edwards, pero no lo hallaba. Hurgó entre el cajón de libros de Lutero, en el escritorio de su despacho pero tampoco hallo nada. Algo debía estar pasando, desde el día anterior cuando la periodista fue aquella noche sucedieron cosas extrañas. La enorme cabeza sangrante de un perro apareció justo afuera de la iglesia, vio una mañana como se desplazaban extrañas siluetas en el aire, también tuvo horrendas pesadillas; cuando supo que en Isla Espinal se habían abiertos ciertos portales infernales, que liberaron grotescos espectros ordenó a la asamblea de iglesias de su localidad que lo apoyaran en su oración. Una religión maldita, un enigma ancestral y oscuro estaba despertando…Despertaba desde los tiempo malditos, desde las leyendas primigenias buscando desesperadamente, exterminar la Cruz y sus aliados. Unas tablillas de bronce y un libro pagano estaban en manos equivocadas, entonces el pastor cayó en cuenta. El inminente inicio de la Gran Apostasía, la llegada del terrible demonio Malamyi y el despertar de los círculos luciferinos ¡Y la Muerte y el Hades le seguían!
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