A medias.Desconcertado.Con los labios entumecidos por el frÃo y los sueños a punto de caducar.ParecÃa como si siempre hubiera existido para vivir ese instante.Y con el fin de matar todas mis cobardÃas,poner a las palabras en el punto de mira de Dios.
Quizá el embrujo del tiempo habÃa convertido mis deseos en una pluma seca sin tinta ni aliento,habÃa trascendido su propia melancolÃa.
Eran las cinco en punto.El reloj astronómico de Praga marcaba esa hora.Ni un minuto antes ni un minuto después.A la espera de tomar una decisión que bien podÃa haber sido una conjura contra los necios.Libertad,destino,corazón y tierra.Todas habÃan sido mÃas y sin embargo nunca tuve el valor de reconocerlas.
Yo soy un hombre como cualquier otro.Cabello castaño,estatura media,delgado y esbelto,algunos dirÃan que demasiado orgulloso,otros demasiado soñador.Quizá una persona que vive pendiente en exceso de la opinión de otros hasta el punto de hallarme en una encrucijada personal colgada de una decisión que lo cambiarÃa todo.O quizás no cambiarÃa nada.SÃ,si que lo harÃa.
Llevaba unos cuantos años de relación con Marina una periodista nacida en Barcelona a la que el trabajo habÃa determinado el rumbo de las cosas.Es periodista.Escribe muy bien aunque siempre tuvo mucha suerte.Yo nunca he dejado de ser un contable.Me llamo Sebastián por cierto.Y tengo 45 años.
Sin duda nos habÃamos conocido en un sitio muy propio de alguien que busca pareja. Una cita a ciegas en el tercer round del combate de la vida.Me habÃa seducido con sus ojos verdes claros acentuando con ésto su mirada felina.No habÃa dejado de hablar en toda la noche y a mi en cambio me resultó un poco complicado abrirme y exteriorizar todas y cada una de mis virtudes,los besos que nunca pude dar,pelÃculas de sesión continúa cuando el cine aún era Cine.
¡Basta de victimismos! Estaba en Praga frente una de los relojes más hermosos y espectaculares de Europa.HabÃa sido construido a comienzos del siglo XV y era el lugar favorito de media humanidad.Estaba solo.Mi única compañÃa eran mis propias fantasÃas,quizá el dÃa a dÃa de la muchedumbre que admiraba la icónica belleza de esta ciudad. Me habÃan ofrecido un trabajo allà en una empresa que diseñaba campañas de publicidad para grandes marcas.Y necesitaban un contable.No uno cualquiera.Alguien que amase a los números y no se equivocara casi nunca.¿Casi nunca? Alguien que no tropezara con sus demonios.
De pronto,alguien me dio en el hombro y me asusté.No conocÃa a nadie en esta urbe estaba pensando en irme,ya habÃa satisfecho mi ego de curiosidad.¡Era Marina! Su nombre sonó en mi cabeza como un trueno en plena tormenta.M-a-r-i-n-a con todas las letras se dibujaba en mi mente como una explosión de alegrÃa inesperada, una llave que podÃa abrir todas mis puertas: las vidas de ambos.
Marina se echó a reÃr con una sincera carcajada.Era tan extrovertida que yo a su lado parecÃa una pelÃcula en blanco y negro.En verdad siempre habÃa sido asÃ.Ella risueña,auténtica,libre y yo callado,oscuro,preso de mis propias heridas unas que jamás se curarÃan.PertenecÃan a mi inconsciente, o quizá a una realidad culpable.Yo mismo.Mi interior.Todos los dÃas del padre que nunca llegaba a celebrar,todas las noches que jamás veÃan un amanecer,mis complejos enredados en incertidumbre.Asà es.Asà era.
-¡Has venido!-exclamé una alegrÃa incontenible.
-Pues claro te dije que vendrÃa.Tú sigues sin tomar una decisión…
-Ya la he tomado.Vuelvo para España,Marina.Nada me retiene aquÃ.Ese trabajo no es para mÃ.
-Sólo tú mismo-
-Lo sé.Por eso lo digo.¿Cual es el primer vuelo a Madrid?