Cuando el detective Hokusai llegó a la escena del crimen y observó detenidamente el cadáver, supo de inmediato que aquello no era un suicidio común: había algo más. El cuerpo de un hombre de setenta kilos suspendido desde la parte superior de una valla; la zona era un puerto donde muchos barcos descargaban mercancía desde otras partes de Latinoamérica. Aparentemente se había ahorcado el líder un importante sindicato; nada más y nada menos que Flavio Fermín, el líder del sindicato de IMPRENTA DOMINION C.A. la imprenta más famosa de todo Puerto Aztur. Ken Hokusai pareció no advertir la presencia del otro policía que le seguía con la mirada, como si odiara la presencia del silencioso japonés allí en la escena del crimen; tras los agentes de la ley, una pequeña multitud de curiosos buscaban ver más la macabra escena que, a la luz de la Luna era como un espectro que se confundía con la noche estrellada y terminaba con las olas tranquilas del puerto. Una visión aterradora que no asustaba al detective:
-Flavio Fermín-agrega Hokusai,-fue el protagonista de la famosa protesta laboral de hace dos años atrás. Exigió junto a treinta trabajadores que la Imprenta Dominion les aumentara el sueldo y el bono alimenticio.
El otro policía, malhumorado y fumando un cigarrillo le responde:
-Creo que este caso no le incumbe, Hokusai. Sabemos cuánto anhela usted seguir robándose la fama en toda la ciudad.
El cuerpo es bajado cuidadosamente de la valla. El cadáver de Fermín luce pálido como un fantasma y, la lengua sale a relucir de la boca entreabierta. Hokusai descubre que hay una navaja ensangrentada en el bolsillo del pantalón:
-¿Cómo ve esto, detective? Algún desamor o estado depresivo.
Ken Hokusai se agacha y observa una mancha extraña en el suelo de madera.
-No lo creo, oficial. Tenemos a un sindicalista cuarentón, optimista y de buen ánimo, con una esposa y tres hijos. Flavio Fermín no era el típico hombre de caer en episodios de depresión; de hecho siempre se le veía de buen humor y gustaba de tomar mucho.
Hokusai revisa con una lupa y, a continuación saca el teléfono celular para fotografiar una mancha escarlata en el suelo. Mira su reloj: son las siete y media.
-Señores, esto no fue un suicidio.
El otro policía malhumorado se llega a donde esta Hokusai y le señala con el dedo donde (justamente), tiene el cigarrillo:
-¡Ah, este ingenuo amarillo piensa que puede venir hasta acá! Vamos, Hokusai, a usted nadie lo citó. Tengo mis propias pistas…
Ken Hokusai, harto de la prepotencia del otro, levanta su mano derecha y cierra los ojos.
-Si va hacer su maldito trabajo, procure no hacerlo fumando. Ya estoy aquí pues el Departamento me llamó, ahora si quiere explicaciones vaya y hable con el comisario Lactancio.
Esa misma noche se realizó una pesquisa en los alrededores de la zona del puerto; un análisis de la extraña mancha seca en el suelo y el resultado arrojaba sangre. Ken Hokusai, presa del insomnio y la soledad, combinaba sus investigaciones en los barrios bajos adyacentes a Imprentas Dominion, mientras en el Departamento de Policía se comparaba el ADN correspondiente a la mancha de sangre. Eso iba tomar mucho tiempo pero iba ser necesario hacer una visita a la imprenta; como cosa rara, el detective se llevó una que otra sorpresa de parte de los trabajadores: algunos aseguraban que Flavio Fermín tenía ligeros ataques de ansiedad, otros decían que no querían hablar del tema, la mayoría concluía en que el supuesto suicidio fue en realidad un asesinato; el gerente de la imprenta protestó cuando vio Ken Hokusai realizar largos interrogatorios a los obreros de limpieza. Un empleado habló: Flavio Fermín era muy amigo de tres sujetos, el alcalde de la ciudad, un vendedor de drogas y un mafioso muy conocido en Puerto Aztur.
-El señor Abraham Villalba tiene un largo historial de extorsiones, asaltos y venta ilegal de armas. –Agrega Hokusai mas tarde a su superior en la oficina.
-El muy maldito siempre sale bajo fianza.-Responde su jefe, el comisario Lactancio Luego- Tenemos hombres corruptos en los tribunales, Hokusai. Y no podríamos descartar que él haya sido el asesino de Flavio Fermín.
Ken Hokusai le mostró a Lactancio una carpeta gruesa con mucha información: conexiones entre Abraham Villalba e Imprentas Dominion C.A.
-La imprenta recibió ayuda de la mafia de Villalba cuando vio que sus trabajadores salieron a protestar. Una suma muy grande dinero fue depositada en las cuentas de Imprentas Dominion. Como siempre pasa, el buen mafioso lavó sus manos construyendo una linda escuela en las afueras de la ciudad.
Para el detective no era tan sencillo. Señalar a Villalba de responsable era un hecho muy simple ¿para que querría un mafioso matar a un sindicalista al que ayudó hace años? Un ajuste de cuentas hubiese sido más visible y salvaje: tal vez matar a Fermín y arrojar su cuerpo al mar; Lactancio le aseguraba a Hokusai que el alcalde no podría ser.
El caso es que esa misma noche Ken Hokusai fue a verse con el vendedor de drogas, sabía que iba ser necesario usar un poco de amenaza para que el pez abriera la boca; dos golpes y una pistola en mano hicieron que el vendedor hablara: jurando que había visto a Flavio Fermín reunirse muchas veces con Abraham Villalba para beber en un prostíbulo cercano. Hokusai no le creyó aquella historia falsa y lo puso tras las rejas.
Se llegó hasta el susodicho prostíbulo. Estaba cerrado pero, advirtió que la puerta trasera estaba abierta. Con sumo cuidado penetró el umbral para conseguirse con el dueño, muerto de un balazo en la cabeza; el dueño del prostíbulo pareció haber visto al mismo diablo segundos antes de morir: en su mirada se leía el horror. ¡Alguien sabía que Hokusai iría hasta allá! Es entonces cuando el detective siente que alguien se le guinda del cuello. Tiene mucha fuerza y cuando está a punto de estrangular a Hokusai, el detective logra alcanzar su arma y le dispara. Otro disparo le quita la vid al perpetrador.
Esa misma noche fue levantado el cuerpo del prostíbulo y cerrado el mismo. Tras una larga confesión que realizó el vendedor de drogas, fue liberado bajo fianza; Lactancio estaba furioso y lo peor del caso, otro policía del Departamento ya quería poner tras las rejas a Villalba. Todo después que Hokusai averiguó que el perpetrador del bar era un matón de Abraham Villalba. La situación en Imprentas Dominion no mejoraba y, muchos estaban solicitando al gerente que diera declaraciones con respecto al pasado. Ken Hokusai casi no durmió esa noche; hizo un poco de meditación zen, limpió la katana que le había heredado su padre hace años atrás en Tokio y, realizó un par de llamadas. Al día siguiente se hallaba en la Alcaldía de Puerto Aztur.
En la mañana se dirigía el detective a la zona más lujosa de Puerto Aztur, donde una colosal estructura neoclásica le abría las puertas. Pisando ya el amplio pasillo de cerámica, Ken Hokusai estaba a escasos metros de la oficina del alcalde; en eso suena una llamada que interrumpe su cadena de pensamientos: era Lactancio para decirle que ya tenían los resultados de ADN.
-“Las variantes no son cien por ciento confiables pero, los resultados arrojan tres posibles sujetos: Abraham Villalba, el vendedor de droga y un tal Capaneo, como se le conocía al dueño del prostíbulo del puerto”.
-Bien, ya te llamo luego. Estoy ocupado.
-¡¿Ocupado?! Por un demonio, nosotros iremos tras Villalba ¡él es el culpable! ¿Quieres más prue…
Ken Hokusai colgó la llamada. Sabía que Lactancio era más terco que una mula así que fue necesario actuar con prontitud. Tenía un plan mejor: exponer bien al responsable. Hace su entrada a la oficina mientras es recibido con un saludo efusivo de parte del alcalde. Espero que no haya oído mi conversación telefónica.
-¡Ah caramba! Siga adelante, detective. Como me encanta tener a un verdadero hombre de acción en mi oficina.-a la secretaria-Celina trae café para el detective Hokusai.
-Gracias alcalde pero seré muy breve.
-Todo este teatro allá fuera ¿eh? Ya todos sabemos cómo actúa la mafia en esta ciudad…Tienes una leve deuda y te mandan al diablo. Creo que el gerente de la imprenta llegó muy lejos con ese acuerdo que tuvo hace años…
-Cosa extraña es que el señor Abraham Villalba fue uno de los que más financió su campaña política-Hokusai mira fijamente al alcalde,-¿no le parece conveniente callar al sindicato de la imprenta justo antes de que usted ganara las elecciones?
-Ah, detective. Usted bien sabe que Villalba era un respetado hombre de negocios antes de caer en el mundo del crimen organizado.-El alcalde se inquieta y se levanta de su sillón.
Ken Hokusai nota que en el dedo índice del alcalde hay una vendita.
-Alcalde, no tengo mucho tiempo pero, digamos que usted quisiera callar la boca de Flavio Fermín, también borrar evidencia de su trato con la mafia y, más aun dejar que el gerente de Imprentas Dominion se ensucie las manos por usted ¿no le parece extraño que halláramos un cuchillo ensangrentado en el bolsillo del difunto?
El alcalde hace una leve seña a su secretaria y enseguida entran dos fornidos guardaespaldas. Ken Hokusai saca del bolsillo de su gabardina unas fotos y las arroja al escritorio: en ellas se mostraba al alcalde junto a tres prostitutas, en otras junto a Capaneo, el dueño del prostíbulo.
-¿Cuánto le pagó usted a Villalba para que no hablara? Esto fue lo que pasó: usted hizo un trato con la mafia antes de las elecciones, le dio el dinero a Villalba para que este le cediera a la imprenta la suma para el aumento de sueldo….
-… ¡El maldito de Flavio Fermín estaba investigando mucho! Averiguó en los archivos de la empresa y, el gerente me pasó la notificación. Fui hasta el puerto esa noche. Yo lo invité; tomamos un poco de cerveza y aproveché para rodearle el cuello con la cuerda. Flavio se defendió sacando su navaja, me cortó en el dedo.
Los guardaespaldas del alcalde se acercan. Ken Hokusai le da un puñetazo a uno y, acto seguido golpea con la cacha de la pistola al otro. Ambos caen al suelo.
-De eso se trataba la mancha de sangre seca en el puerto. Usted sobornó al Departamento de Policía para que dieran resultados falsos de ADN. También mandó a matar a Capaneo pues sabía mucho. Queda usted arrestado, señor alcalde.
El alcalde ya apuntaba con su revolver a Ken Hokusai cuando dio una sonora carcajada:
-¡Maldito imbécil! ¿Tienes pruebas de que yo lo hice? No hay testigos. Aquí en la ciudad soy un dios.
Se equivoca, alcalde. Tengo su confesión grabada,-Hokusai saca su teléfono celular,- En ese momento, los agentes de la ley irrumpen la puerta para llevarse esposado al alcalde; la cosa es que todo había sido parte de un engaño, hacerle creer al asesino que irían tras Villalba. Ahora tenían en sus manos al asesino de un sindicalista y sobornador de mafiosos. Todos aplaudieron la impecable labor de Ken Hokusai, pero había aún más pues la ciudad emanaba más suciedad, corrupción y fantasmas grises que se esparcían como humo en la noche. Ken Hokusai estaría de vuelta para otro caso.
FIN
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