Hoy te quiero contar una historia algo peculiar, en un bosque yo me encontraba, cuando de repente, escuche que me llamaban.
Sebastián… Comencé a oír, yo me preguntaba ¿Qué querrán de mí?, El viento más fuerte soplaba y esa voz más fuerte sonaba.
Eran los árboles que me querían invitar, a un lugar que nadie podía entrar.
Era un mundo secreto, dónde solo entraban los selectos... Y a mí me dieron ese gran privilegio; Yo me encontraba con mi leal compañero, un buen perro que con un gesto, me insinuó a entrar a aquel mundo que nos acaban de invitar.
El llamado de los arboles acatamos y la voz nos iba guiando; era como un canto de tranquilidad, que transmitía felicidad.
Al irnos acercando, fuimos notando como un camino de abriles se iba formando. Se encontraban árboles de todas las especies y edades. ¡Algunos eran muy grandes!
Cuando el camino de árboles cruzamos... De una algo notamos.
Estaban varios animales conversando y los arboles opinando. Hablaban de lo difícil que era vivir, con tanto ser humano por ahí. De repente Bruno en dos patas se paró y me perro a mí me habló!
Yo no lo podía creer, que esto me pudiera suceder, árboles y animales hablando ¿Qué me estaba a mí pasando?
De un árbol un duende salió y el a mí me saludo, a una ensalada me invito y un buen jugo me sirvió.
Elliot se llamaba y era el líder de su manada, tenía un aspecto extraño, pues parecía que fuera un árbol; torso de tronco y brazos de rama. ¡Yo no sabía lo que pasaba!
Pero más calmado me encontraba, Bruno se acercó y un abrazo me brindo. Me agradeció por todo lo bueno que hacíamos y el a mí me dijo: Bienvenido mi buen amigo, acabas de entrar al mundo que no pueden ver los demás, dónde todo lo que tiene vida, convive en armonía. Yo sentí un aíre de tranquilidad y mucha comodidad, un gran roble me cogió y el a mí me alzo, me llevo a lo más alto del bosque, pata que viera la verdadera realidad, donde el desarrollo no es material.
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