Era un caballero andante de grande espada, desos que no se amedrentaba y nunca rechazaba un duelo ni nunca lo perdía. Íbanle de todos lo lugares a retar y, si vez alguna por cobardía un lance eludiere, él mesmo la vida propia se quitaría. Querido en el pueblo, por los vecinos conocíase la proeza de cuando vino a él un vil bellaco cargado con escopetas, destos que, traicioneros como judas, llegaban disparando primero y preguntando después. Sin mediar palabra, sorprendiéronle varios cañonazos del bellaco, el cual nada más verlo fue a atacarlo y juró que lo mataría fuera ese mesmo o otro día. Pero Don Juan de la Bastilla, de raudo como se conducía, consiguió sortear el apuro: capaz fue de volver el golpe para defenderse con la espada y el vil bellaco, moribundo, desplomóse como un saco sobre el suelo. No volvería a levantarse y así como cuento, es como aconteció, sin haber en ello ni fábulas ni invenciones.
Don Juan de la Bastilla
Actualizado: 7 jun 2022
Non fuyades, cobarde!