Estoy sentado frente al televisor, está apagado, pero así es mi vida, negra. Mis manos no paran de moverse en círculos sobre mis piernas mientras me valanceo para delante y para atrás. Frente a mí, encima de la mesita, tengo la última papelina de cocaína vacía, la pistola y una bala. Quiero hacerlo, quiero acabar con este sufrimiento, pero también me aterra. Las pulsaciones me van a mil por hora, la saliva se torna poco a poco pastosa y me cuesta tragar. ¿Por qué me cuesta tanto poner punto y final? Así ha sido mi vida, un cúmulo de infortunios, y yo un maldito cobarde surcando entre ellos por no tener valor a decir adiós. Como un masoca al que le gusta que le fustiguen, que lo maltraten, que lo humillen. Voy a ser valiente y volar.
Adiós mamá.
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