Gina se encontraba realizando el informe financiero en su despacho cuando fue interrumpida por una compañera a la que seguían dos detectives; normalmente su secretario se encargaba de las llamadas o de la recepción de visitas, pero esa mañana no había ido a la oficina. Ella frunció el ceño, pero dejó su tarea y los invitó a sentarse en dos sillas colocadas frente a su mesa. Les preguntó el motivo de su presencia y estos se miraron fijamente, dando a entender que no eran portadores de buenas noticias. Entonces, uno de ellos respiró hondo y le comunicó que «Nocturno», el asesino en serie, había vuelto a actuar. En esa ocasión, la víctima de sus fechorías había sido su su secretario, quien fue hallado sin vida en en un callejón. Tras un pequeño interrogatorio, la descartaron como sospechosa para resolver el caso y uno de los detectives, antes de marcharse, la aconsejó: «Quizá debería dormir mejor, tiene usted muchas ojeras».
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