En las tinieblas existe la forma más especial de describir la tristeza. Se extiende de aquí y allá, pero más profundo que la eternidad.
Me gusta pensar que un día dejara de existir, evitando de ser aquella víctima que se propone a ingerir.
No soy adivino para identificar dicho fin. Mientras tanto, escucho la soledad en la noche, la desesperación al amanecer, engañando todo mi forma de ser. Involucra su mejor actuación, aquella mímica viva de temor.
Su fama la identifica como una imaginación involuntaria, la condición de una mala vida, la herencia definitiva. Siento la piel que grita a su favor, recordándome que el remedio fue procesado más allá del olvido.
Provoca en mí una decepción negativa, ganas de llorar abundan sin consuelo. Nunca será un malentendido, y menos una forma de describirte como persona, solo se puede identificar como otro día más.
La realidad del dilema, es que no es una condición y menos un problema, sino una confusión que crees que se apodera. Mientras más alimentas la atención, más enloquece tu razón, preferible será rendirle homenaje a su última actuación, porque eres tú, sin duda, aquel que baja el telón.
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