Era tarde. Miré el reloj por cuarta vez en los últimos veinte minutos. Las tres de la madrugada.Seguí corriendo bajo la lluvia mientras se esfumaba mi último aliento. Entretanto sentí mis pies mojados y mi alrededor recogido en una desesperación nueva y creciente que dibujaba un pasado del que presumen escritores y actores de serie B.
Mi respiración era cada vez más nerviosa mientras el tiempo esculpía mi rostro modelando tristeza. Era evidente que no podía negar lo que había ocurrido y también que aún no podía hablar de ello. Con las manos tapaba como podía mi escote rasgado y con una goma intentaba recoger mí
Cabello .Era inútil. Seguiría estando desnuda frente al mundo y mi propia conciencia me exigía que al menos aparentara valentía y dignidad.
Había mucha gente en la calle. Desconocidos que vivían en la inmensa dicha de la ignorancia, felices en su autocomplacencia de diván y en el artificio de un mundo que nunca les pidió nada a cambio. Una mujer de avanzada edad se encendía un cigarrillo esperando que se pudiera el disco en rojo, un vagabundo colocaba sus cartones como si en el contenido de aquella basura estuviera la clave de haber sobrevivido un día más. También un policía salía de su vehículo para comprobar con cierta decepción que no había ningún altercado y todo estaba en orden. Al menos en un orden aparente, tranquilizante y seguro. Era esa clase de seguridad la que convertía cada uno de mis pasos en un tropiezo absurdo y en una mentira.
Estuve a punto de sincerarme con aquel policía pero la certeza de la posible irrealidad de mi relato me lo impidió. Quizá todo seguía siendo parte del mismo sueño, la misma pesadilla entre el agua, mi desnudez y un miedo cerval a ser mujer.
-¿Necesita algo? –Me preguntó el policía-.
Y casi me oía decir:”Así es. He sido violada por un extraño en una fiesta”.Una fiesta que había quedado muy atrás en mi recuerdo.Él medía al menos un metro ochenta de estatura,de brazos y complexión fuertes. Su cabello era muy oscuro, sus ojos muy verdes….
Y no pude hablar. La mujer de avanzada edad parecía haber perdido algo así que volvió y se encontró de bruces con mi aspecto frágil y aniñado. Sus ojos se cruzaron con los míos y apenas pudo decir.
-Bonita noche para dar un paseo….
Podía chillar y mostrarle mi cuerpo roto, magullado y saqueado, acabar de una vez con la soledad estúpida de aquella noche y que parecía larga, confusa y por encima de todo había capturado mi alma y congelado mi ser. Pero ya no habría palabra que liberase mi espíritu. Quería confesar…
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