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Un grito de amor en la oscuridad de la memoria - eleachege.


Código Safe Creative: #1702172322872 19-feb-2017



I

Rosella Bianco


Era viernes 20 de octubre de 1922 y Europa estaba en pleno otoño. Las calles de Milán se pintaban de amarillo con la caída de las hojas, cuando la subida al poder de Mussolini pintaba el cielo de gris. La mañana cedía espacios a la tarde y Alessio Bonicelli acompañaba de regreso a Rosella Bianco. Ella tardó en salir de sus clases en il Teatro alla Scala. Lo justificó con el ensayo para un concierto de la Sonata para violín y piano No. 5 de Beethoven. Era una joven guapa de cuerpo bien proporcionado. Tenía un atractivo rostro moreno claro y unos hermosos e inquietos ojos de un raro gris verdoso. De carácter alegre, exhibía la belleza sensual de la mujer sureña con cabello negro. Sus labios formaban una especial curvatura para mostrar una misteriosa y divina sonrisa rubricada por un hoyuelo en la barbilla. Natural de Bari, tenía cintura estrecha y caderas anchas que modelaba ese día luciendo un holgado vestido azul, algo ceñido a la cintura y alzado sobre los tobillos, en contrario del estilo victoriano. Significaba el comienzo de “los locos años veinte”. La Signorina gustaba del violín. Trabajaba en la bombonería Bonicelli y se hizo novia de Alessio. El nuevo sueño de Alessio era comprar una hacienda de cacao en un país de l´merica llamado Venezia la pequeña. La mamma di Bonicelli se había encargado de mejorar la vestimenta de Rosella y realzar la belleza de su rosto.

Rosella buscó quedar retrasada para enviar su adiós a un joven en bicicleta con dirección hacia la Piazza Da Vinci. De padre muerto en el frente de guerra, Bruno era un joven de piel clara, cuerpo musculoso de buena estatura y buen sentido del humor. Tenía el rostro cuadrado y cabello castaño con ojos de mirada azul dominante. Una presencia que ayudaba a remediar su pobreza hecha de renuncias y privaciones. Manejaba el horno y calderos en la Pasticcería Milán y tocaba el piano en noches de balli de famiglia. Era músico de oído. Carecía de estudios académicos avanzados. Estudiaba en las noches pretendiendo hacer vibrar el ritmo de las notas para mantener despiertos sus negados sueños de futuro. En las Scuole elementari e medie de Bari recibía golosinas haciendo de protector de Rosella. Con sus amigos estudiaba, jugaba al fútbol, montaba bicicleta y bailaba. Un día hizo una apuesta con amigos y la besó. Ella amenazó con abofetearlo la siguiente vez. El juego gustó y en la medida que ambos crecían cambiaron besos por bofetadas. Siempre riendo para calmar el sofoco. Bruno, hijo de las barriadas pobres de Bari, sacrificó hasta lo que no tenía para acompañarla a otro destino. En la Scuola superiore de Milan se graduó como novio de Rosella, Cuando Alessio se interesó por ella, Chiara madre de Rosella, lo amenazó con denunciarlo a la municipalidad y hacerle perder su trabajo sino dejaba de acosar a su hija. En las mañanas la señora Chiara hacía la limpieza en casa de un alto funcionario municipal. Por las tardes limpiaba la casa y negocio de los Bonichelli. La relación le permitió a Rosella trabajar en la bombonería. Alessio gustó de ella y se enamoró. Primero mostró su interés y luego su talento natural para el violín ante el padre de Alessio, quien era un virtuoso de ese instrumento. La inscribió en la Scala y le regaló el violín para instruirla en los primeros acordes. Pero Bruno seguía insistiendo. Con audacia se presentaba al ensayo en el Teatro y la abordaba, En ausencias de Alessio escapaban caminando o montaban en carreta hacia los suburbios, hacia el barrio en que moraba su gente. Pueblo común que soportaba la pobreza y la melancolía con orgullo. Los hombres trabajaban y los niños descalzos ayudaban a las mujeres, algunas embarazadas, arreando pesados baldes de agua. Los amigos que pedaleaban bicis o dribleaban una pelota de futbol sobre el empedrado de las calles retorcidas y algo nauseabundas, al verlos, saludaban. Al igual que en sus recientes años de liceo, Rosella y Bruno paseaban y retozaban bajo árboles de parques o plazas. El amor corría libre como agua de río por su cauce. Cuando el fuego no cedía, él la miraba a los ojos. Ella negaba y regresaban despacio y sin habla. Así mitigaban los pálpitos del corazón. Con la despedida volvía el alborozo de las hormonas, pero un baño de agua fría en casa, sosegaba.

Pero si el fuego al no ceder se convertía en incendio, alquilaban una buhardilla donde desatar las pasiones y alimentar el hambre. El violín a espaldas los sequía como un guardián enmudecido. Bruno era arriesgado y animoso. La hacía reír con frecuencia. Tenía aquella virtud hacer vibrar deseos en su cuerpo para luego satisfacerlo. A veces se enfrentaban a lo desconocido y se arriesgaban a entrar en un buen café, restaurant o motel de la ciudad. Las artes de Alessio eran más sofisticadas. Su formalidad y alto sentido de la responsabilidad en toda ocasión, hacía de Rosella una mujer rota.


***

Aquella debió ser una noche luminosa, angelical. Pero un ruidoso concierto de lluvia, truenos, relámpagos y una brisa helada acompañaban al nacimiento. Los granos de agua martillaban sobre los tejados, árboles y patios de las casas para disolverse en riadas de charco y lodo que corrían hacia los linderos de la barriada.


Al nacer su energía espiritual resultaba pegajosa al silente nocturno. Fue concebida como alzada en rebeldía feminista contra esa figura cautiva y pecaminosa de mujer, vendida así por la religión, a través de Eva. Su acido grito de lloro por sentirse desprotegida al brotar, desató la copiosa tormenta que lustró las pedregosas y adoquinadas calles del antiguo barrio marítimo de Bari. Fue bautizada como Rosella, Rosella Bianco.


Su madre Chiara, una joven alegre y optimista que además de coser y bordar, se ganaba el sustento lavando ropa en un río que bajaba de la montaña y la tendía sobre piedras y árboles. Aquel día el sol hacía el secado cuando la tarde se acercaba. El padre que resultó un desconocido que le brindó una complaciente sonrisa a su mamá. No era autoridad ni guardabosque pero llevaba un arma larga. Por días la siguió bajo la mira de su arma y de sus luminosos e inquietantes ojos de un raro gris verdoso.

—Termina y te vienes conmigo. Caminaremos a través del bosque. Te ayudaré a llevar las cestas de ropa. Todo va a estar bien.

Ella mostró su timidez juvenil bajando los ojos y sonriendo. Era una sorpresa recibir el halago varonil. Cojeando de una pierna, el paseo resultó agradable y gustó de la intimidad como experiencia. Ella vivía con su abuela en un barrio deprimente y aspiraba mejorar. Pero el no volvió y faltó a su promesa. Por nueve meses Rosella permaneció escondida bajo una túnica. Hizo su escolaridad en Bari. Se graduó de bachiller en Milán. Chiara trabajadora incansable siempre tuvo la ayuda de una hermana casada y de familias donde laboraba para criar a Rosella. Trabajó en granjas y en noches de silencio, lloraba en silencio la tristeza de su pobreza, al sentir la humillación y el desprecio de quienes ostentaban la riqueza y la autoridad, Añoraba su niñez cuando su familia disponía de un pedazo de tierra donde el cultivo y la crianza de animales de corral le permitían un mejor vivir. Pero a la muerte de sus padres, su hermano lo perdió todo a causa del licor. De esas penurias pensaba librar a Rosella y no era una tarea fácil.



De repente desde la dirección de la Piazza Cordusio hacia la Scalla, se escucharon gritos y disparos. Una estampida de gente corría hacia todos lados. El clamor de mujeres invocando a la Madonna y el lloro de niños ensordecían de urgencias el ambiente. Alessio tomó de la mano a Rosella para aligerar el paso. Tropezaron con una escuadra de la guardia municipal que se disponía a restablecer el orden. Al igual que otros transeúntes evadieron la autoridad para dirigirse a la Galería Vittorio Emanuele. Los comentarios al llegar al Centro Comercial se referían a una manifestación de obreros en huelga que originó un enfrentamiento con un grupo de Camisas Negras fascistas. Pronto apareció un pelotón de carabinieri. Marcaban el paso al mando de un oficial que perdía el ritmo bajo el silbo y correrías de los manifestantes. Había necesidad de garantizar el paso de transeúntes y el tránsito de coches.

Tras la Primera Guerra Mundial, se había producido una fragmentación socioeconómica y política en Italia y toda Europa. La situación era tensa a consecuencia del alto costo del financiamiento de la primera guerra mundial, la destrucción del tejido industrial y la ruptura del comercio internacional. De pobreza y miseria se había poblado el país. En Milán y otras ciudades eran frecuentes las huelgas y ocupación de fábricas por obreros. La revolución bolchevique azuzaba a los obreros que veían en ella un modelo a seguir. Por el contrario los patronos sentían el temor del estallido de una revolución comunista y no dudaron en utilizar los medios a su alcance para evitarlo. Eran frecuentes los tiroteos entre patronos y obreros revolucionarios. Los grandes partidos liberales de izquierda y derecha pasaban por una etapa de desacuerdos en relación con las reformas que necesitaba el estado italiano. La población ante esa impotencia clamaba por un gobierno fuerte que pusiera orden en las calles y estabilizara la economía. El Partido Nazionale Fascista liderado por Benito Mussolini aprovechando el descontento, se comprometió a cumplir con esa necesidad. Una mayoría de la población le brindó su apoyo.

Al ganar la simpatía del ejército y la burguesía capitalista, la militancia fascista empezó a combatir a manifestaciones obreras, en las calles. Después de tener la anuencia del rey Víctor Manuel III para formar gobierno, Mussolini disolvió el parlamento, conformó la judicatura con miembros de su partido y nombrando protectores, sustituyó las gobernanzas municipales socialistas. Más tarde, fomentó el culto a su personalidad.


Atravesaron la Galería Vittorio Emanuele, para encontrarse con la Piazza del Duomo. Rosella volteó y se hizo la señal de la cruz con vista hacia uno de los campanarios de la Catedral gótica. Al caminar sereno y absorto con el violín de Rosella sostenido a la espalda, Alessio con las manos en los bolsillos del pantalón, acariciaba su sueño. Estaba en vías de graduarse como biólogo. Era milanés de rasgos finos y piel blanca con el cabello rubio abundante y los ojos verdes claros. Buena estatura para la edad y de complexión atlética. Alessio acariciaba un nuevo sueño. Su sueño estudiantil de una revolución socialista, le resultaba una utopía por las contradicciones ideológicas desatada entre bolcheviques y mencheviques. Ante la incertidumbre económica del país pensaba ahora en la sobrevivencia de la familia, incluyendo su futura descendencia,


Ella lo detuvo.

—No estás muy comunicativo. Ni siquiera el susto te animó

—Disculpa amor, pensaba

—Y Rosella forma parte de ese pensamiento?

—Tu presencia será la base para cumplir el sueño

—Un buen cacao para un mejor chocolate

Alessio asintió, sonrió y pasó un brazo sobre sus hombros para atraerla y compensarla con un tímido beso. —Debemos apurarnos para la comida. Apenas tengo en el estómago un brioche de jamón y queso con baño de chocolate y un cappuccino.

—La mamma nos espera con un estofado— contestó Rosella


Un bajón de temperatura helaba el aire ante la amenaza de diluviar toda la tarde. Aceleraron el paso al tomar el paseo peatonal Corso Vittorio Emanuele II en dirección a la Piazza San Babila para luego dirigirse hasta el antiguo Corso di Porta Orientale, ahora Porta Venezia. Era el barrio donde los Bonicelli tenían un negocio para la fabricación y venta de confitería, pasteles y bombones de chocolate. El largo vestido de Rosella se movía al compás de la prisa que llevaban. Llegaron sin contratiempo.

Después del saludo Rosella se aproximó al taller de envolturas de los bombones. Tenía una intención, pero no tuvo tiempo de probar. La campana sonaba llamando a sentarse al comedor. La criada Donatella, estaba en la mesa con una olla ardiendo de estofado y el cucharon en mano para servir los platos. El olor de verdura cocida impregnaba el ambiente.

Los padres presidían la mesa. Alessio y Rosella ocupaban el lado derecho y dos hermanos el lado izquierdo.

Alessio expuso su sueño de una nueva visión en la fabricación del chocolate familiar, a partir de la calidad en el cultivo del árbol productor del cacao. Para el proyecto proponía invertir recursos en la adquisición de una hacienda cacaotera en la América Sur, aprovechando su viaje de pasantías universitaria a la Amazonía. «Ante la incertidumbre política y económica de Italia es prudente movilizar el capital ahorrado hacia países en desarrollo que ofrecen garantías para la inversión. Los acuerdos para la exportación del producto cosechado hacia nuestro país y otros países de Europa están adelantados».

Los hombres se entendían en la mesa con el hablar enérgico y los gestos impulsivos expresando sus desacuerdos y aprobaciones, La madre de Alessio giraba alrededor de la mesa sostenida por un bastón inquieto que andaba de prisa. Servía el vino y daba palmadas a sus hombres para calmar las pasiones cuando reían o discutían. En una ocasión levantó un brazo con mano abierta hacia el techo y golpeando el piso con la virola del bastón, exclamaba:

—¡Miraculo¡ Tutta l´Italia vuole andaré a La Merica. Anche mio figlio


Alessio le había puesto tres puntos suspensivos a la historia… Pero Rosella le borró dos, con su embarazo.


II


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