Conrado bajó del barco y la vio. No podía creer que Manuela estuviera allí, esperándolo.
Hacía dos años que se había marchado con la promesa de regresar por ella. Le había dicho que volvería pronto, sin embargo el destino había retrasado su regreso más de la cuenta.
Ella lo recibió con besos y abrazos que comunicaban cuánto lo había extrañado.
El amor permanecía intacto como el primer día. Ambos comprendieron que cuando se ama de verdad la espera se tolera y las distancias se acortan.
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