El comentario lejos de provocar otra reacción, lo asimiló con la mejor intención y le sirvió de inspiración para nuevas creaciones. Porque sabía apreciar solidaridades de quienes consideraron era el pago de noviciado.
Ahora experimentaba en un nuevo círculo, un nuevo mundo.
Necesitaba nuevos pañales, quizás de otra marca porque seguía teniendo la misma talla, el mismo tamaño. Sólo que ahora los padres eran otros, las niñeras eran otras y también eran otros los que orinaban dentro del coche.
Estaba acostumbrado a escribir largo, a pierna suelta y sin restricciones…, entró a la librería, en el mostrador pidió una libreta muy pequeñita para tomar notas y escribir relatos en micro.
—Cambió de estilo mi dócto. Dicen que el buen perfume viene frasco pequeño, pero a veces la vanidad gusta de vivir en esos espacios limitados.
De una sola sentada, era capaz de escribir hasta diez páginas para corrección, masturbándose la mente para delirar, amar, reír, llorar, disfrutar, pero le era extraño esto de “no lo cuentes mejor muéstralo, no lo digas todo mejor sugiérelo, mételo pero trata de que no se perciba”
Era su primero en ese estilo y la muerte que es lo menos que apreciamos sería la víctima. A la muerte casi siempre la visten de mujer. Tenía protagonista e interlocutor, trama y escenario todo listo. Solo que esta vaina no le gusta, lo limita.
Se esmeró, no lo contó solo lo mostró. No dijo solo sugirió, no metió solo deslizó y cuando publicó, leyó el comentario:
«Sencillo, si muchas pretensiones pero… ¿No he leído yo esto anteriormente?»
¡Joder!
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