Eleonora regresaba a su pueblo.
Bajó del tren y se encontró con un joven de ojos color miel y mirada seductora que le ofreció ayudarla con su maleta.
Ella aceptó la ayuda y le preguntó su nombre.
Él le dijo que se llamaba Iván y que había estado aguardando su llegada desde hacía mucho tiempo.
Eleonora no entendía qué pretendía ese hombre, lo interrogó para conocer sus intenciones.
Iván le comunicó que era aquel niño que cada mañana, al entrar a la escuela, le había cuidado la maleta.
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